¿Se puede investigar en educación física? Y si es así… ¿vale la pena? Estoy seguro de que muchos piensan que la respuesta es negativa en ambos casos. Tan sólo basta con detenerse en el patio o el campo de deportes para cruzar opiniones con muchos colegas, quienes aseguran que la investigación en educación no sólo es un sinsentido, sino que además no tiene aplicación práctica.
Sin embargo, hay abundantes ejemplos que muestran los contrario: la investigación en educación físcia no sólo es posible, sino que también puede ser sumamente útil.
Desde el vamos, la investigación suele tomarse como un término relacionado con el ámnbito eminentemente científico y académico. Esto no es siempre así. Y el hecho de que muchas de las investigaciones se realicen en el patio de una escuela, no quiere decir que hayan escapado a la rigurosidad del método científico.
Para empezar, tenemos que abandonar esa idea de que sólo unos pocos elegidos pueden hacer investigación. Es cierto que con dinero y los medios adecuados uno puede concretar grandes investigaciones. Pero, ¿por qué todas las investigaciones tienen que ser “grandes”? ¿Acaso no nos conformamos con pequeños logros?
El Grupo de Estudio en Biomecánica, que funciona en las instalaciones del ISEF Nº 1 “Doctor Enrique Romero Brest”, goza de una reputación incuestionable gracias a la presencia de responsables profesionales que buscan mejorar día a día el rendimiento de los mejores atletas del país.
Hay más ejemplos. Desde hace más de una década, el ISEF Nº 2 “Prof. Federico Williams Dickens” viene realizando investigaciones que acrecientan, renuevan y certifican los conocimientos que día a día mejoran nuestra práctica. Distintos estudios destinados a evaluar la capacidad de niños y adolescentes vienen a conformar una base de datos de un valor inestimable.
Seguimos. El Laboratorio de Actividad Física y Salud, del Instituto Superior de Deportes, quién a lo largo de su extensa trayectoria ha permitido mediante un plan de pasantías que muchos jóvenes estudiantes del profesorado puedan trabajar entre sus filas, no deja de producir y realizar investigaciones de un alto nivel académico, muchas veces con pocos recursos.
Y nos nos olvidemos de las universidades. Algunas nacionales, como la de Córdoba, La Plata o Lomas de Zamora, y otras privadas, como la del Caece o la UAI, han contribuido a la investigación en la educación física a través de sus cátedras, permitiendo a sus alumnos intervenir en forma activa sobre la comunidad, generando cambios positivos en la población.
¿Y cuál es, sino el bien común, el objetivo verdadero que debe tener la investigación? Porque es verdad que actualmente el dinero y los intereses económicos atraviesan a la ciencia, pero también es verdad que podemos generar un cambio a través de despertar en los alumnos del profesorado ese afán por discutir lo viejo y descubrir lo nuevo.
En definitiva, la investigación no es otra cosa más que el deseo por acercarse a la verdad. Nadie dice que debemos explorar la física cuántica, la genética molecular o la evolución humana. Podemos trabajar con objetivos y límites mucho más modestos. ¿O acaso no sería útil conocer los factores de riesgo de nuestra comunidad? ¿No es importante conocer sus niveles de actividad física de la misma? En algún punto, malentendemos el concepto de investigar.
Estoy absolutamente convencido de qué, como preguntábamos al principio, no sólo es posible investigar en educación física, sino que también vale la pena hacerlo.
Investigar no es encerrarse en un laboratorio con la idea de encontrar la piedra filosofal. Investigar es salir al patio, observar, preguntar, cuestionar, indagar, deducir, analizar, seguir un método y experimentar. Todas estas habilidades son propias del ser humano. A lo largo del tiempo hemos mejorado nuestras prácticas gracias al aporte de gente desinteresada que aportó sus conocimientos para llegar a un conocimiento nuevo.
Hoy la tecnología nos permite medir y evaluar cosas que hubieran sido imposible de imaginar hace poco menos de medio siglo. Instrumentos de medición antes impensados hoy están al alcande de la mano de cualquier investigador que lo necesite. Y hasta aquí sólo algunos ejemplos. ¿Qué más podríamos hacer, y hasta dónde podríamos llegar si la decisión de ir hacia lo desconocido fuese tan fuerte y arrolladora como la fuerza que animó a los hombres que hicieron ciencia a lo largo de la historia?
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