El exceso de peso es hoy un tema de vital importancia no sólo dentro del ambiente deportivo, sino también fuera de él. Esto no es ninguna casualidad: los problemas de la alimentación tienen su génesis en los hábitos de ingesta, y en nuestros días estos hábitos prácticamente no existen.
Para entender el problema del sobrepeso hay que imaginarse al cuerpo humano como una gran usina de energía que funciona gracias a nutrientes que toma de los alimentos. Esta energía puede medirse en calorías. Las calorías sirven para saber cuanta energía gastamos, pero también cuanta energía necesitamos.
Supongamos que para vivir un día de vacaciones, sentados en la playa tomando sol y leyendo un libro, gastemos unas 2000 calorias (recordemos que el número es totalmente arbitrario). Ahora supongamos que esas 2000 calorias pueden provenir de las tres hamburguesas con queso, lechuga y tomate que devoramos en el almuerzo. En este caso estaríamos frente a una situación de equilibrio calórico.
El problema surge cuando necesitamos 2000 calorías, pero ingerimos 3000. Ese restante de calorías terminará convirtiéndose en grasa, haciendo que nuestro peso aumente. Al revés de lo que piensa la gente, este es un sistema fundamental para la preservación de la vida. Y es que así ha funcionado nuestro cuerpo desde hace un millón de años, cuando no había heladeras y el hombre no sabía cuanto pasaría hasta volver a encontrar algo de comida.
La forma de subir o bajar de peso reside entonces en dos variables: la comida y el ejercicio. Puestas las cartas sobre las mesas, las claves para bajar de peso se resumen en comer menos o hacer más actividad física. Como todo, lo ideal es un equilibrio que nos permita mejorar nuestra calidad de vida sin pasar hambre.