Las claves para bajar de peso

El exceso de peso es hoy un tema de vital importancia no sólo dentro del ambiente deportivo, sino también fuera de él. Esto no es ninguna casualidad: los problemas de la alimentación tienen su génesis en los hábitos de ingesta, y en nuestros días estos hábitos prácticamente no existen.

Para entender el problema del sobrepeso hay que imaginarse al cuerpo humano como una gran usina de energía que funciona gracias a nutrientes que toma de los alimentos. Esta energía puede medirse en calorías. Las calorías sirven para saber cuanta energía gastamos, pero también cuanta energía necesitamos.

Supongamos que para vivir un día de vacaciones, sentados en la playa tomando sol y leyendo un libro, gastemos unas 2000 calorias (recordemos que el número es totalmente arbitrario). Ahora supongamos que esas 2000 calorias pueden provenir de las tres hamburguesas con queso, lechuga y tomate que devoramos en el almuerzo. En este caso estaríamos frente a una situación de equilibrio calórico.

El problema surge cuando necesitamos 2000 calorías, pero ingerimos 3000. Ese restante de calorías terminará convirtiéndose en grasa, haciendo que nuestro peso aumente. Al revés de lo que piensa la gente, este es un sistema fundamental para la preservación de la vida. Y es que así ha funcionado nuestro cuerpo desde hace un millón de años, cuando no había heladeras y el hombre no sabía cuanto pasaría hasta volver a encontrar algo de comida.

La forma de subir o bajar de peso reside entonces en dos variables: la comida y el ejercicio. Puestas las cartas sobre las mesas, las claves para bajar de peso se resumen en comer menos o hacer más actividad física. Como todo, lo ideal es un equilibrio que nos permita mejorar nuestra calidad de vida sin pasar hambre.

El peligro de correr con ropa en ambientes calurosos

El correr con ropa para bajar de peso es un mito que debe ser desterrado. Tal aseveración se reviste de mayor importancia en ésta época del año, donde hay que ser muy prudente a la hora de salir a correr. La imagen es muy común: plazas y parques se inundan de corredores vestidos con pantalones largos y buzos, a veces una campera, y en el peor de los casos con un nylon que les cubre el abdomen. Esto es así porque existe la creencia de que transpirar es sinónimo de bajar de peso.

Pero la transpiración no es otra cosa más que agua y sales minerales. La grasa que se pretende “quemar” en el trote no comienza a ser utilizada hasta al menos 30 minutos después de haberse iniciado la actividad, y tampoco sale por los poros.

Por otro lado, la transpiración es uno de los tantos mecanismos que el organismo tiene para mantener su temperatura. Pero para que éste mecanismo funcione, la piel debe estar expuesta al medio, ya que es a través de la condensación que el cuerpo se refresca. La ropa gruesa lo impide, además de que representa una carga más que le cuerpo debe transportar a medida que trota.

La paradoja es que con tanta ropa, la transpiración se ve reducida, la temperatura corporal aumenta y la actividad cesa antes de los 30 minutos porque el cuerpo ya no puede funcionar. Sin embargo, este dato se vuelve un dato menor cuando vemos la respuesta del organismo al calor. Los síntomas más comunes, tales como mareo, piel seca, sudor frío, dolor de cabeza y sensación de sofocación indican una deshidratación que puede llevar a consecuencias aun más peligrosas.

Más allá de que se pretenda o no bajar de peso, lo ideal es salir a correr con la menor cantidad posible de ropa. Apenas una remera de algodón para las mujeres, y en lo posible con el torso desnudo para los hombres. Pantalones cortos, medias y zapatillas completan el vestuario, y nada más. No les digo que salgan a correr desnudos… pero casi.