«Enseñar» a correr

Con miles y miles y miles de años de historia nómade, el ser humano finalmente ha logrado sentar cabeza, establecerse, dominar el medio que lo rodea y dejás atrás su pasado. Precisamente en ese pasado que quedó atrás, el ser humano dejó muchas de sus ricas cualidades motrices. Es natural que lo haya hecho: ya no necesita recorrer grandes extensiones de tierra en busca de comida, ni huir ante la presencia de animales peligrosos. De esa manera, saltar, correr y lanzar se fueron olvidando.

No es ninguna novedad que el sedentarismo se ha adueñado de nuestras vidas, pero en el caso de los niños esta cuestión se ve agravada por el hecho de que estamos dejando que limiten sus propiedades corporales desde muy temprana edad, sin tener en cuenta todas aquellas fases sensibles que pasarán desapercibidas y terminarán por truncar cualquier futura aspiración que pudieran llegar a tener.

La televisión, internet, los videojuegos y hasta los celulares, son elementos que, utilizados más de la cuenta, solamente consiguen lograr que los niños se vuelvan más sedentarios. La actividad física parece un pecado: las escuelas públicas tienen pocos estímulos semanales y las privadas apenas intentan revertir un mal que parece invencible. Es verdad que en los sectores más pudientes de la sociedad este fenómeno se ve acentuado, posiblemente por el hecho de que los recursos económicos más elevados permiten el acceso a placeres que otros no pueden tener. Por otro lado, aquellos que viven más lejos de los centros urbanos aún disponen de espacios verdes donde realizar actividades recreativas y/o deportivas.

La realidad es que cada día son más los chicos que no saben correr. Parece una locura, pero es real. No coordinan la acción de brazos, no elevan las rodillas, no apoyan correctamente y se trastabillan. No son económicos, no mantienen la vista al frente, no mueven los brazos y cuando lo hacen, es fuera de la dirección de la carrera.

El punto es que hemos llegado a una etapa en la cual desde nuestro rol de formadores debemos asumir el deber de comenzar a enseñar a niños a correr. Hace falta recurrir a juegos y actividades en donde los niños troten o corran, pero al fin de cuentas se muevan. Hay que empezar con ejercitaciones conducidas, donde tengamos la oportunidad de realizar correcciones en base a la técnica de la carrera. Observar los apoyos, la elevación de rodillas, el recobro de la pierna libre, la flexión y el movimiento de los brazos, la postura en general y la carrera en especial.

Por su parte, los padres tambien deben asumir la responsabilidad por las cualidades motrices de sus hijos. Hacer deporte es sano, mientras que dejarlo jugar todo el día frente al televisor con el pretexto de «dejarlo hacer lo que quiere» es una muestra de irresponsabilidad. Decir: «que hoy no vaya porque hace frío» no deja de ser un falso gesto de proteccionismo, que no hace otra cosa más que ayudar a desdeñar el trabajo físico, el sacrificio y todos aquellos valores que sólo el deporte puede dar.

Enseñar a correr parece algo ilógico, pero ya en el siglo XVIII a través de su obra El Emilio, Jean-Jacques Rousseau denunciaba el trato cándido qye recibían los niños, y de que manera eso repercutiría negativamente en su vida adulta. Quizá debamos reconsiderar las ideas de Rousseau y pensar en cuánta razón tenía cuando manifestaba la importancia que tenía para el ser humano su retorno a la naturaleza.

El peligro de correr con ropa en ambientes calurosos

El correr con ropa para bajar de peso es un mito que debe ser desterrado. Tal aseveración se reviste de mayor importancia en ésta época del año, donde hay que ser muy prudente a la hora de salir a correr. La imagen es muy común: plazas y parques se inundan de corredores vestidos con pantalones largos y buzos, a veces una campera, y en el peor de los casos con un nylon que les cubre el abdomen. Esto es así porque existe la creencia de que transpirar es sinónimo de bajar de peso.

Pero la transpiración no es otra cosa más que agua y sales minerales. La grasa que se pretende “quemar” en el trote no comienza a ser utilizada hasta al menos 30 minutos después de haberse iniciado la actividad, y tampoco sale por los poros.

Por otro lado, la transpiración es uno de los tantos mecanismos que el organismo tiene para mantener su temperatura. Pero para que éste mecanismo funcione, la piel debe estar expuesta al medio, ya que es a través de la condensación que el cuerpo se refresca. La ropa gruesa lo impide, además de que representa una carga más que le cuerpo debe transportar a medida que trota.

La paradoja es que con tanta ropa, la transpiración se ve reducida, la temperatura corporal aumenta y la actividad cesa antes de los 30 minutos porque el cuerpo ya no puede funcionar. Sin embargo, este dato se vuelve un dato menor cuando vemos la respuesta del organismo al calor. Los síntomas más comunes, tales como mareo, piel seca, sudor frío, dolor de cabeza y sensación de sofocación indican una deshidratación que puede llevar a consecuencias aun más peligrosas.

Más allá de que se pretenda o no bajar de peso, lo ideal es salir a correr con la menor cantidad posible de ropa. Apenas una remera de algodón para las mujeres, y en lo posible con el torso desnudo para los hombres. Pantalones cortos, medias y zapatillas completan el vestuario, y nada más. No les digo que salgan a correr desnudos… pero casi.